Nadie debería abrigar la soledad, incluso cuando deseas estar solo.
Creo que he entendido que estar no significa ser visto más que tus propios ojos en un espejo.
Estar, cuando se desea la soledad, debe ser una sombra pegada a tus zapatos.
Que
no te empuja, que no te alienta, que no te aconseja, que no te martiriza con frases estereotipadas sobre lo bello que es vivir o cuántas veces sale el Sol, o cuántas veces hay que levantarse.
Nadie debería abrigar la soledad, incluso cuando deseas estar solo.
Estos días, en la más profunda desesperación por el dolor, dolor de verdad, no de corazones rotos o la falta de un abrazo. Esos son otros dolores ajenos al cuerpo.
Estos días, me han enseñado qué significa estar a tu lado sin estar encima.
Estar a tu lado, sin condiciones, sin ataduras, sin dominio de la soberbia o un decálogo de sabiduría popular bajo el brazo.
Estar ha estado y yo lo sabía.
Y era lo único que calmaba mi dolor cuando la medicina no podía.
Estar ha estado y se confundía con el abrazo y abrigo de mi tan deseada soledad.
No puedo pedir más amor en tan delicado gesto.
Gracias por salvarme de la locura cuando estaba nadando en ella.