El trigo araña
el silencio del viento
mientras ella,
indemne al dorado sonido
que despeina el paisaje,
ella
mira con ternura
la línea del horizonte
preguntándose si existe
el cielo prometido
o, si tal vez,
deberíamos aprender a mirar
el reflejo de los charcos
para darnos cuenta que
el cielo se encuentra
bajo nuestros pies.
Ella concentra en su mirada
el paraíso y el infierno.
Creo que el espejo de esos ojos
es el lugar idóneo para perderse.