Un dolor me cruza
de lado a lado.
Parece recorrer
y detenerse,
con derecho propio,
en las palmas de mis manos,
donde el frío
hace estragos
y mis dedos
se confunden con gusanos.
Me he roto tantas veces
que ya no podría decir
con certeza
si alguna vez mi piel
estuvo libre de costuras
para mantener unidos
cuerpo, alma y cabeza.